Cantabas en francés
y el vaho de tus palabras
se fundía con la niebla,
blanca,
como tu pálido rostro.
Niebla que cubría,
que nos cubría.
Destellos de luz
aparecían,
diferenciándose del fondo,
y haciendo
que no nos estampáramos
con el resto de los coches.
Hablabas en francés.
Pero carecías de
idioma y de lengua
cuando llorabas.
Y también cuando reías.
Pero sobre todo,
cuando hacías el amor.
Hostia, hachazo.
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