martes, 5 de febrero de 2013

Poemas huérfanos (XIV)


XIV.

Le urgían vastas manos

Que mantuvieran el hambre

Y la abstuvieran del los cuerdos y cordiales.

Que solo rozarlas fuera ofensa,

Sacrilegio maldito posado

En sus cuencas,

Que sentadas esperaban.



La eternidad se pliega en sí misma

Y no llegamos a tiempo,

Porque hemos preferido ser abismo

Y ser tan fugaces como vivos,

Hasta que nos arranque la muerte

Antes de que la rutina nos alcance.



Me urgen, a mí,

Tus manos sin guantes

Y a carne viva.

Ahora,

Quiero que me palpen

Hasta que mi piel

Se vuelva inmune

Al resto de yemas raudas

En cuerpos desnudos.



Ahora,

Que antes de tocarme

Has conseguido moverme, dentro,

-a mí, estática-

mi yo más profundo.