XI.
Es entonces cuando se te avalanchan los
pasados.
Cuando la noche cae roja y estridente,
y los días sangran, tan amargos.
Ves entonces, como las lágrimas salían
como gritos.
Tu rostro es húmedo,
como tu recuerdo,
que plañe remordiéndose los vacíos
que tanto tiempo te llenaron.
Quisiste chillar,
pero allí nunca hubo aire.
Te criaste entre humos negros
y entre tanto fuego,
que acabó quemándose
hasta la vida.
Y fuiste desierto.
Tierra infértil y nauseabunda,
como aquella
que recorrió tu sueño y tu vigilia.
Fuiste castración.
Empeño de diente de oro.
Carne de cañón.
Silencio abierto.
Hasta que de las cenizas,
naciste de nuevo.