X.
Has arrastrado mis vacíos más
mundanos,
soplo a soplo hasta llenarlos de
ausencia.
Mordaz, has derrotado a las sombras
que custodiaban mi espalda
contenida de bocados mudos,
y has vislumbrado los temblores
hacinados en la cima de mi pecho.
Guardaste otros vientres en tu regazo,
mas ahora tus poros se cubren con mi
piel
y enciendes mis escápulas
tan cargadas, entonces, de silencios
huracanados.
Has rezagado las sangrantes cicatrices
que otras te marcaron,
y has amarrando fuerte mis manos,
ávidas por descubrirte de principio a
fin.
Porque borraste el frío del invierno
y es más cálida la noche
desde que te arropas con mis sábanas,
aquí me quedo.
Hasta que se desvanezca el aire.
Y cuando agotado esté
hasta el último halo de mi aliento,
me inventaré respirar,
y sin el más mínimo viento
dejaré el aquí
para irme allá a donde marches.