jueves, 29 de marzo de 2012

Manifiesto de los ombligos

Hay ombligos tristes hasta el estómago, grises de pelusa. Otros, son ombligos contentos, siempre con la boca bien abierta. Algunos, sobre todo en la ducha, son ombligos llorones, y sueltan lágrimas durante un tiempo indefinido. Unos pocos, son ombligos serios, y no pronuncian palabra alguna para manifestarse contra su reina, la tripa. También hay ombligos sufridores, habitantes de panzas flácidas, malolientes y peludas. Existen hasta los ombligos menstruados, sí señores, han entendido ustedes bien, he dicho ombligos menstruados. Estos son menos comunes, de hecho, personalmente, tan solo conozco un caso. No obstante, algunos universitarios con problemas de adaptación social dedican su tiempo libre a dibujar sexos de mujeres en tripas ajenas, haciendo del ombligo el clítoris más profundo jamás visto, con el fin de explicar qué es el arte.

Fíjense ustedes, ¿quién encontrará arte en un ombligo? Claro está que hay gente para todo...

Pero el tema de los ombligos viene al caso por una afirmación, de cuya veracidad fui consciente esta mañana, y que seguramente nunca se habrán parado a pensar: nacemos con una cicatriz. Cuando un niño desdentado de ceja rota, nos pregunta, esperando nuestra negativa para mostrarnos su superioridad por acabar de hacerse una brecha, si tenemos alguna cicatriz, jamás tenemos en cuenta a nuestro ombligo. No tenemos suficiente con hacerle caso omiso, con no expresar ningún tipo de consideración al saber que se trata de un elemento de nuestro cuerpo inútil, sin función alguna más que la de decorar; que también olvidamos su existencia. Cuán egoístas somos, y ¡pobres ombligos despreciados!

Planteémonos qué serían las tripas sin ellos, además de algo espantoso. Nuestro torso perdería su epicientro, y la estética se derrumbaría por cada milímetro cubierto de piel y abandonado de ombligo. La belleza que surge, cuando al derramar agua sobre un vientre esta cae a un mismo lugar, se borraría de forma instantánea. Por otra parte, se llevarían a cabo numerosos despidos, ante la carencia de demanda de pircings en tal sitio. Y frases tan sonadas en nuestro país como: esa chiquilla sí que luce ombligo, o, deja de mirarte el ombligo (mamón); desaparecerían del mapa.

Desde luego, se trataría de un suceso realmente triste.

Por ello, hago un llamamiento popular desde aquí, una cama cubierta por una sábana de abdómenes dibujados, para que se ponga fin al constante desdén hacia ese pequeño agujerito que guardamos en nuestra tripa. Hoy, España, se ha declarado en huelga. Huelga general. Y no es de extrañar que nuestros ombligos decidan manifestarse, con pancartas que manchen nuestras bonitas camisas hawaianas, o piquetes informativos que fastidien a las vellosidades de nuestro intestino, haciéndonos padecer diarrea durante, al menos, tres días.

Ante esto, cuidémoslos. Recordad que sólo tenemos uno, y que no hay bien estético más preciado en nuestro cuerpo. No hagáis que huyan, que las tripas tengan que declararse en estado de alarma, o que cierren los ombligos para convertirse en carne.

Creedme, sería una desgracia.

P.D: por un mundo mejor, con ombligos satisfechos.


Fdo: una joven de ombligo rebelde.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Eblouie par la nuit

Éblouie par la nuit à coups de lumières mortelles.
À frôler les bagnoles, les yeux comme des têtes d'épingles.
Je t'ai attendu cent ans dans les rues en noir et blanc
Tu es venu en sifflant


Un grupo magnífico. Una canción que toca...

domingo, 11 de marzo de 2012

Suzanne

And she lets the river answer
That you've always been her lover
And you want to travel with her
And you want to travel blind
And you know that she will trust you
For you've touched her perfect body with your mind. 


Una canción que llega al alma, pefecta para este domingo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Poemas huérfanos (VI)

VI.

Ha desistido el anhelo
de ti
que padezco
al mirarte.

Se ha rendido
en el lecho de mi mente.

A sabiendas
de que tenerte
es el mejor
de todos los pecados.

Mas persisten
tus huevas incubadas
en los tubos de neón,
que sustituiste
por las venas
incrustadas en mi cuello.

Pródigas mis manos
de caricias
en peligro de extinción,
te dedicaría
las pocas que me quedan.

Y destruiría almanaques
para reventar al tiempo
de un tortazo,
quedándome
a tu lado
sin prisas de pestañas.

Y quemaría la ciudad,
haciendo arder
hasta los metales
con el ácido
que escondo
entre mis sueños,
para que el espacio
erupcionara en un segundo.

Y caigo en la cuenta
de que mi anhelo,
inalienable,
continúa jugando
entre mi alma y mi costado.

Esperando a cazarte.