viernes, 29 de abril de 2011

En América


Creo que es complicado que al ver esta película no se nos escape alguna lágrima, o al menos no se nos ponga un nudo en el estómago.

En América está cargada de sentimiento. Sus diálogos son naturales y profundos; sus planos cortos invaden la pantalla y al espectador; los personajes nos muestran su lado más humano; y se unen tristeza y alegría, lucha y desesperación, muerte y vida.

No es difícil ponerse en la piel de cada uno de los miembros que protagonizan la película, que a través de tan solo sus miradas nos transmiten todo lo que es necesario transmitir y más. La película tiene escenas verdaderamente bellas, que por lo menos a mí, me han dejado los ojos como platos y los pelos como escarpias.

Por otro lado, las actuaciones impresionantes. Sobre todo, sorprendente la de las dos niñas, que están magníficas y que emocionan a todo aquel que las vea.

Me gustaría hablar más sobre la trama, pero ya que odio que me fastidien las películas contándomelas -y por lo tanto, tampoco me gusta fastidiarlas- no lo voy a hacer.

Únicamente decir que me ha parecido una pequeña obra de arte, recomendable para todo cinéfilo.
Muy buena.

jueves, 28 de abril de 2011

¡Indignaos!

Me  planteo cuáles son mis problemas; al responderme, me siento una verdadera imbécil.
925 millones de personas desnutridas en el mundo. ¿Y yo tengo problemas?

Muchos de nosotros, la mayoría, vivimos en una burbuja creada por los poderes políticos, por los medios de comunicación e incluso por la propia sociedad. Esta burbuja no nos deja ver. Nos ciega, nos atonta, nos duerme. Vivimos en una sociedad aparentemente poseedora de valores morales, pero carente de ellos. 
Las revueltas en Oriente Próximo, la radiactividad en la central nuclear de Fukushima o los crímenes contra la  humanidad que se llevan a cabo en numerosos países; no son más que noticias. A muchos parecerá que nos preocuparán estos conflictos, hablaremos de ellos, pero ¿qué haremos? 
Cuando mañana salga otro titular más impactante en los periódicos, estos acontecimientos quedarán en el olvido -aunque siga existiendo el problema- y nos iremos tan tranquilos a la cama -aunque a un hombre le estén reventando la cabeza, a una niña la estén violando unos soldados o una población entera esté siendo aniquilada- y ¿por qué? Porque no es “nuestro” problema.
Porque nuestro problema es que mañana tenemos que madrugar porque se nos ha roto el coche, que nos hemos dejado las llaves dentro de casa, que hemos suspendido un examen o que ha perdido nuestro equipo de fútbol; no que un niño esté llorando porque está presenciando cómo matan a su madre. Con respecto a nuestros problemas, no estoy hablando de los graves (la enfermedad de un hijo, la muerte de un padre, un accidente…). Me estoy refiriendo (y de forma general, como en todo hay excepciones) a las dificultades cotidianas, a lo que nos preocupa día a día.

Parto de la idea de que los seres humanos somos egoístas de por sí. Siempre vamos a mirar por nosotros mismos antes que por los demás. Pero, ¿hasta dónde llega este egoísmo? ¿Hasta el punto de vivir en un teatro y no ser más que marionetas completamente inconscientes y manipulables?

Hoy he leído el libro de ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, y un fragmento dice:
“Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes; no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente.”

Y tiene razón. ¿Estáis orgullosos del mundo en el que vivís? Alejaros por un momento de Occidente, de vuestra casa, vuestra calefacción, vuestras vacunas, vuestra nevera, vuestro trabajo. ¿Qué pasa con África, con Sudamérica, con Asia?
Yo por mi parte no estoy orgullosa. Me parece asqueroso. Y pienso que estamos creando un planeta en el que el amor humano, la cooperación y la búsqueda común, no se registran en nuestras vidas.

Probablemente esto no sea más que otra de las tantas cosas que pasan por vuestra mente. Lo leeréis, y estéis de acuerdo o no, lo más seguro es que mañana se os haya olvidado.
En mi caso Hessel ha conseguido que yo me indigne, que por lo menos piense que se puede cambiar algo y que tenga la intención de que se cambie. Pero una persona de poco sirve. 
Así que os propongo dos cosas. 
La primera, leeros el libro, quizás os conciencie (incluso más de lo que ya lo estáis, los que lo estáis).
La segunda:

¡INDIGNAOS!


viernes, 22 de abril de 2011

Cómo encontrar trabajo en tiempos de crisis

Entre descansito y descansito he conseguido subir el mini-reportaje a Youtube (aunque la calidad del sonido y la imagen no es para tirar cohetes, en gran parte debido a mi torpeza comprimiendo archivos, se puede ver).
El mini-reportaje está hecho (grabado y montado) en dos días, así que tampoco se puede pedir mucho.
Aun así, espero que os guste.

miércoles, 20 de abril de 2011

En un momentito...

Llevo unos cuantos días sin escribir, pero ha sido culpa de los exámenes.
Todavía se resiste una asignatura, que me está amargando la Semana Santa. Ya no por tener que estudiar, sino por lo tremendamente aburrida que es.
Me duerme, literalmente.
Pero en cuanto acabe con la demografía, la población, y la sociedad que se mueve por aquí y por allá, se estratifica y da dieciocho volteretas laterales; volveré a escribir de manera más constante.
Hasta entonces os dejo un temazo de U2, que llevo tiempo sin poder dejar de escuchar:

lunes, 4 de abril de 2011

Vencida


Tenían que estar allí, presas, inmóviles, incluso que desaparecieran.
Si las dejaba escapar todo se derrumbaría, y no saldrían dos o tres
sigilosas recorriendo los pasillos, agotadas de estar todas juntas y bien apretaditas.
No. Saldrían todas a la vez. Miles y miles creando una revolución, se armarían de fuerza y podrían conmigo.
Me vencerían, comenzarían eufóricas a gritar como un hombre que ve el mar por primera vez. Y yo quedaría sin nada, indefensa y pisoteada por todas y cada una de ellas.
Retenerlas. Ese era mi objetivo. De pronto una hizo un esfuerzo infinito por salir, pero la contuve.¡La contuve! Si la contenía a ella, era capaz de hacerlo con todas las demás. Entonces se juntaron todas, formando un pelotón. Empujaron y empujaron, intentando desbordarme, pero no pudieron.
Cansada de retenerlas, tras un parpadeo las dejé salir.
Al fin y al cabo sólo eran lágrimas.

 Mayo del 2009

domingo, 3 de abril de 2011

Que Dios no nos de todo lo que el cuerpo aguante

Hay taxistas que hablan, y otros que no tanto.
Ayer me tocó uno de los del primer tipo, lo cual puede ser una suerte o una desgracia.

Nada más subirme al taxi, el peculiar hombrecillo –seguramente aburridísimo-  empezó a darme conversación. Que qué tal la noche; que si había muchos borrachos por Madrid; que desde su conocimiento me aconsejaba que no bebiera mucho, porque tan solo escuchando música o bien bailándola se podía disfrutar; y demás historietas comprimidas para ser contadas en unos minutos. 
Yo –aunque mis ganas de hablar no es que fueran excesivas- contestaba al taxista, que me hablaba con una emoción y energía dignas de ser atendidas.
Ya cerca de mi casa, tras unos 10 minutos sin parar de hablarme, se calla. Y de pronto, me suelta: “Mira hija, te voy a decir una frase que oí yo hace tiempo y que es un dicho muy sabio porque tiene toda la razón. «Que Dios no nos de todo lo que el cuerpo aguante»”.
La frase que se saca el hombre de la manga -así sin venir a cuento- me sorprende, y sin saber muy bien qué decir, no se me ocurre más que “¡Ah, vaya! Pues sí que tiene razón, sí …”. “¿No lo habías escuchado?” me pregunta. Y yo le contesto que no, que nunca lo había escuchado.
De nuevo, el conductor toma carrerilla. “Pues esto significa que ojala Dios no nos mande aquello que el cuerpo aguanta, porque aguanta mucho, más de lo que creemos. Aunque sea con dolor y sufrimiento, hija”.

Ya en la puerta de mi casa, tras revelarme el secreto para mantenerme despierta como él hacía, me bajé del taxi.

Metida en la cama pensé en las sabias palabras que el filósofo-taxista había compartido conmigo. Y me di cuenta de lo mucho que me quejo y de lo poco que me manda Dios, que benevolente no pone a prueba la capacidad de aguante de mi cuerpo.
Y por primera vez desde hace mucho tiempo me dije  mí misma: ojala sigan así las cosas.

Definitivamente, una puede encontrar la sabiduría donde menos se la espera, un sábado a las 5 de la mañana con un taxista charlatán; así que en este caso, que hablara fue una suerte.

Por cierto, el “milagro” del desvelo: cena ligerita, cerveza, coca cola y café.

viernes, 1 de abril de 2011

Pupilas

Probablemente me quedaría mirándote horas a los ojos
sin apenas cansarme,
aunque tú no quisieras.
 Cerrarías rápido los párpados,
huidizo, como siempre haces con todo.
Pero yo insistiría, imperturbable
ante tu inefable mirada perdida,
perseverantemente, perdida en tu mirada.
Entonces no te quedaría más remedio que mirarme.

Y tirarías …tirarías hasta arrancarme con un hilo mis pupilas.
Negras. 
Redondas.
Tuyas de principio a fin.