Prefiero esconderme allá
donde no me veas
y que así me sigas buscando,
niño perdido.
Esconderme entre tus mantas
o entre los huecos de tu espalda,
y jugar a que te creas
que no me tienes
y entonces,
agonices.
Que llores desesperado,
aullando mi nombre
por los lugares
más recónditos de Madrid,
y de tu cama.
Que clames
mi retorno al Dios
que tú mismo mataste.
Que vocifees
hasta quedarte afónico,
incluso mudo.
Siempre me gustaron más
los hombres callados.
Y entonces,
cuando ya hayas
perdido la voz,
y las manos estén
cansadas de palpar
mi ausencia,
entonces,
solo entonces
jugaré a abrazarte.
...En la garganta tengo esta poesía...Bendita seas...¿Dónde se pagan los royalties?...copio, pego, comparto...No, mejor me transformo en ella.
ResponderEliminar