jueves, 30 de junio de 2011

La rutina

Hace un tiempo que escribí acerca del pavor que me provocaba la vejez.

Después de tres días viviendo con alguien puedes más o menos ver cuáles son sus costumbres. Esas costumbres pueden gustarnos o no, pueden hasta darnos pena. Ese es el caso de convivir con mi abuelo.

Todavía es capaz de hilar ideas, pero lo más seguro es que dentro de unos meses no sepa ni quién es. Ahí es cuando tiemblo. Cuando los recuerdos se convierten en un papel en blanco, cuando los pensamientos se convierten en polvo. 

De momento sus recuerdos no son hojas a estrenar, ni sus pensamientos cenizas; pero aun así su vida es infinitamente monótona y aburrida.

Se levanta hacia las seis de la mañana, y medio dormido se va al baño. Después de desperezarse un poco, ordena todas sus medicinas, lee sus prospectos, se peina o hace pis. Cierto es, que depende bastante del día. Los hay que se queda directamente en la cama hasta las 12 o la 1, o el sueño lo vence y lo deja dormido en el váter.

Después del ritual rutinario de todas las mañanas, va directo al salón con su pijama y su bata. Sus mejores trajes. ¿Quién dijo Gucci, Chanel o el traje de James Bond? A él de nada le sirven, porque su bata es sagrada.

Ya en el salón se sienta en el sofá. Su aposento. Dejemos a un lado los Spas o las Maldivas, el sofá es mucho mejor. Una vez sentado ahí vuelve a dormirse. ¿Qué soñará? Me pregunto si soñará algo... si es así no me extraña que se tire el día durmiendo, seguramente los sueños sean mucho más emocionantes que su vida.

Sobre la una se vuelve a despertar. Quizás ha medio abierto los ojos alguna que otra vez antes, y con un poco de suerte habrá echado un vistazo al periódico, aunque no se entere.

Por fin se mueve un poco más, aunque para volverse a sentar. Desayuna. Lentamente desayuna. Sus pastillas, su café, algo de fruta, cereales... Aun así se nota que come sin hambre, sin ganas. Puede que ni siquiera sea consciente de que está comiendo. El placer de comer ha desaparecido, ya no existe para él.

Después de desayunar vuelve a su aposento, en el que de nuevo se vuelve a dormir. Algunos días compagina el sueño con quedarse embobado mirando la televisión o la misma página de una revista o el ABC; días de suerte.

Son las tres aproximadamente cuando vuelve a despertar. Come y vuelve a su aposento, donde gasta su tarde bien durmiendo, o viendo algún programa basura. Hay días en los que hasta habla,  pero la comunicación muchas veces es lamentable. Casi hasta puedo decir que es mejor el silencio, o los gritos salidos del programa de Telecinco que hacen de sonido ambiente.

Cuando se lo dices, cena. Si no le dices nada ni se acuerda o piensa que ya lo ha hecho. Una vez cena se queda observando la televisión, como un niño los dibujos animados.

Sobre las once y media decide irse a la cama. Se tumba. Cierra los ojos. Y vuelve a dormir.




Si te haces con una rutina, malo. Si tu rutina es esto, tiembla.

martes, 21 de junio de 2011

Soneto de Neruda

El calor y el sueño bloquean mis neuronas. 
Y ya que hoy no soy capaz de sacar nada productivo de mi mente, os doy las buenas noches con un soneto de Neruda:
  
SONETO XVII
No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma. 

Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra. 

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera, 

sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.

lunes, 20 de junio de 2011

Midnight in Paris

Desde pequeña he pensado que he nacido en la época equivocada. 

Posiblemente le pase a mucha gente. Todos pensamos que lo bueno es lo que no tenemos. Sentimos gran curiosidad por lo desconocido, y más si tenemos la certeza de que nunca lo vamos a conocer.

Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. ¿Y quién no lo piensa? Nos castigamos con nuestros recuerdos, incluso hasta con los que son inventados.
En mi caso, siempre he soñado con vivir en otra época que no fuera la mía. Desde los años sesenta, a los veinte o incluso ¿por qué no el Romanticismo?

Dejémoslo en los sesenta. Hubiera estado bien.
Es una pena pensar que ni he vivido en los años sesenta ni viviré nunca. Pensarlo provoca cierta tristeza, libera cierto deseo contenido.

Esto es exactamente lo que hace Allen en su nueva película. Reparte ese deseo como palomitas.
No sólo consigue trasladarte a los años veinte o que te quedes asombrado con las callejuelas parisinas, sino que consigue hacerte sentir nostalgia de algo que jamás has vivido. ¿Cómo se puede extrañar algo que nunca se tuvo? El no tener algo puede provocar un tremendo anhelo de tenerlo, pero ¿puede hacer que se eche de menos?
Woody Allen demuestra que sí, mezclando sueño y realidad. Juntando un artista con otro consigue mantenerte expectante y aun siendo consciente del toque surrealista que aporta, es capaz de que te creas que el protagonista es amigo de cada uno de los personajes mostrándolo como algo casi normal que hasta incluso… ¿por qué no podría pasarte a ti?

Son de destacar los papeles de Adrien Brody, y de mis favoritas Kathy Bates y Marion Cotillard. Así como la estupenda fotografía y la banda sonora.

Es bonita, divertida y romántica; pero sin llegar a parecerme la mejor de Allen.


Reconocer, que aunque sea un poquito, nos traslada al mundo del arte y a la mente del artista, llevándonos desde lo bohemio hasta lo loco.


viernes, 10 de junio de 2011

Londres

Y por fin retomo el blog. Después de un mes por tierras inglesas vuelvo. Y qué menos que volver dejando algo del lugar del que me he ido.

Reconozco que soy una persona bastante enamoradiza en todos los sentidos y que más bien tiendo a idealizar tanto a las personas como a las cosas (con lo que incluyo lugares). Y eso es lo que me ha pasado con Londres.
Me he enamorado.
Puede que no sea más que una de mis muchas exageraciones pero creo que es una ciudad increíble. Increíble y mágica, por ejemplo porque...


Los policías van al carrito de los helados.

Ves  multiculturalidad por donde pisas. Y ver a un borracho vestido de militar con un músico vestido con los ropajes típicos de su país resultará algo de lo más normal.
Te encuentras a los guardias más serios que probablemente hayas visto nunca (eso sí no podrás evitar que al menos te resulte curioso el que lleven un sombrero similar a un peluche gigante sobre su cabeza).

La policía no sólo compra helados. También va en bicicleta y lleva detrás de ella a un gran número de guardias con trompetas, tambores y demás instrumentos. Ah, y aunque parezca inofensiva jamás te pongas en su camino si pone así la mano, porque te llevarás un buen empujoncito.

Las estatuas sienten y besan. Y las mujeres ríen.

Ya puedes ir así....
... o asá, que quitando los extranjeros, nadie te mirará raro.


Hay parques para todos.

Y punkies ¡a punta pala!


Las calles están llenas de músicos...

... que disfrutan, y que tienen talento.

Eres libre de expresar tus ideas.

Aunque digan que se come mal, es mentira. Los mejores dulces que he probado en mi vida.

La gente se siente orgullosa de su país y tiendas horteras como esta dejan atrás a Leticia y a Felipe, ¿quién se compraría un bolso con sus caras?

Los pircings, tatuajes y dilatadores están por todas partes. Los tintes también. Y los lleva el empresario, el cajero, el artista o el intelectual.

Hay muchos, muchísimos teatros. En la calle y en los edificios.






Encuentras de todo. Incluso...

¡A Michal Jackson!