jueves, 28 de abril de 2011

¡Indignaos!

Me  planteo cuáles son mis problemas; al responderme, me siento una verdadera imbécil.
925 millones de personas desnutridas en el mundo. ¿Y yo tengo problemas?

Muchos de nosotros, la mayoría, vivimos en una burbuja creada por los poderes políticos, por los medios de comunicación e incluso por la propia sociedad. Esta burbuja no nos deja ver. Nos ciega, nos atonta, nos duerme. Vivimos en una sociedad aparentemente poseedora de valores morales, pero carente de ellos. 
Las revueltas en Oriente Próximo, la radiactividad en la central nuclear de Fukushima o los crímenes contra la  humanidad que se llevan a cabo en numerosos países; no son más que noticias. A muchos parecerá que nos preocuparán estos conflictos, hablaremos de ellos, pero ¿qué haremos? 
Cuando mañana salga otro titular más impactante en los periódicos, estos acontecimientos quedarán en el olvido -aunque siga existiendo el problema- y nos iremos tan tranquilos a la cama -aunque a un hombre le estén reventando la cabeza, a una niña la estén violando unos soldados o una población entera esté siendo aniquilada- y ¿por qué? Porque no es “nuestro” problema.
Porque nuestro problema es que mañana tenemos que madrugar porque se nos ha roto el coche, que nos hemos dejado las llaves dentro de casa, que hemos suspendido un examen o que ha perdido nuestro equipo de fútbol; no que un niño esté llorando porque está presenciando cómo matan a su madre. Con respecto a nuestros problemas, no estoy hablando de los graves (la enfermedad de un hijo, la muerte de un padre, un accidente…). Me estoy refiriendo (y de forma general, como en todo hay excepciones) a las dificultades cotidianas, a lo que nos preocupa día a día.

Parto de la idea de que los seres humanos somos egoístas de por sí. Siempre vamos a mirar por nosotros mismos antes que por los demás. Pero, ¿hasta dónde llega este egoísmo? ¿Hasta el punto de vivir en un teatro y no ser más que marionetas completamente inconscientes y manipulables?

Hoy he leído el libro de ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, y un fragmento dice:
“Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes; no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente.”

Y tiene razón. ¿Estáis orgullosos del mundo en el que vivís? Alejaros por un momento de Occidente, de vuestra casa, vuestra calefacción, vuestras vacunas, vuestra nevera, vuestro trabajo. ¿Qué pasa con África, con Sudamérica, con Asia?
Yo por mi parte no estoy orgullosa. Me parece asqueroso. Y pienso que estamos creando un planeta en el que el amor humano, la cooperación y la búsqueda común, no se registran en nuestras vidas.

Probablemente esto no sea más que otra de las tantas cosas que pasan por vuestra mente. Lo leeréis, y estéis de acuerdo o no, lo más seguro es que mañana se os haya olvidado.
En mi caso Hessel ha conseguido que yo me indigne, que por lo menos piense que se puede cambiar algo y que tenga la intención de que se cambie. Pero una persona de poco sirve. 
Así que os propongo dos cosas. 
La primera, leeros el libro, quizás os conciencie (incluso más de lo que ya lo estáis, los que lo estáis).
La segunda:

¡INDIGNAOS!


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