III.
Éramos de papel
y de sangre
menguada,
como nuestros cuerpos
contraídos.
De papel cebolla.
Frágiles. Dispuestos
a hacernos añicos
de un momento a otro.
Éramos memoria
sin carne y sin vida,
deseosa de augurios cumplidos.
Piel seca y ahogada,
sin poros por los que
transpirarnos.
Tan solo olemos
de lejos
las hormonas asexuadas
que enquistan nuestros
estériles vientres.
Tan solo somos
estómagos vibrantes
y escépticos.
Hambrientos
el uno del otro.
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