IV.
Hoy, te escribiré verso arriba
por las calles de mi alma.
Y serás manecilla sin tiempo;
mis piernas, y mi cama.
Y la lengua moribunda
de mi cuerpo.
Hoy, dejaré que me muerdas
los fantasmas que exorcizas
los sábados de noche.
Y serás conjuro seco,
y la sed húmeda
de mi garganta.
Hoy, dejaré que me mires,
y que me observes,
allá por donde quieras.
Y serás la dulce ponzoña
que me mata.
Serás el hambre de mi ayer
y un todavía.
Pero pronto te irás,
como pájaro de invierno.
Y respirarás el olor
de otros aires, con mi falta.
Y escupirás mis fantasmas
devorados.
Y serás recuerdo vacío.
Y serás oquedad...
Enorme oquedad
en mí.
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