sábado, 29 de octubre de 2011

Ausencia de luz

Nada más inamovible que yo misma,
que me torno azul todas las noches.
Azul grisácea.

Violín que eriza cada vello de tu cuerpo.
Mancha de sangre en tu sábana.
Roja. Me vuelvo roja,
pero solo por un instante.
En seguida huyo de las pasiones posibles
de tu boca.

Me deslizo entre el aire que expiras
y el suelo, en el que caigo.

Inmenso agujero negro.

Me absorbe. Moqueta oscura,
necrológica de pensamientos.

Sigo cayendo.
Mientras, se dislocan mis hombros.
Se rompe mi espalda,
cada una de mis vértebras viaja en una dirección.
Caigo. Caigo sin cesar.

Se va fracturando cada parte de mí.
Se fractura más y más.

Ya son imperceptibles.

Ni el mejor microscopio podría descubrirlas.
Ni siquiera tú, que bordaste los tejidos
de mi piel.
Ni siquiera yo, que sellé los ventrículos
que forman mi ser.


Ya no me conoces.
Ya no me conocen.
Ya no me conozco.

No hay colores,
solo ausencia de luz.







Negro.

1 comentario: