XIV.
Le urgían vastas manos
Que
mantuvieran el hambre
Y
la abstuvieran del los cuerdos y cordiales.
Que
solo rozarlas fuera ofensa,
Sacrilegio
maldito posado
En
sus cuencas,
Que
sentadas esperaban.
La eternidad se pliega en sí misma
Y
no llegamos a tiempo,
Porque hemos preferido ser abismo
Y
ser tan fugaces como vivos,
Hasta que nos arranque la muerte
Antes
de que la rutina nos alcance.
Me
urgen, a mí,
Tus
manos sin guantes
Y a
carne viva.
Ahora,
Quiero
que me palpen
Hasta
que mi piel
Se
vuelva inmune
Al
resto de yemas raudas
En
cuerpos desnudos.
Ahora,
Que
antes de tocarme
Has
conseguido moverme, dentro,
-a
mí, estática-
mi
yo más profundo.
Estática me quedo yo
ResponderEliminarcuando te leo,
menos por dentro
que me mueves
y me conmueves
y pensé que sería difícil
que te superaras
y me soprendes...
Certera poética.
ResponderEliminarBesos.