sábado, 7 de mayo de 2011

La vejez

"La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud"
François de la Rohefoucauld


Hace pocos años, sentía pavor hacia la muerte. Probablemente es a lo que más miedo tenía, de hecho si me preguntaban si prefería la sonrisa del payaso o la muerte elegía sin dudar la sonrisa del payaso, porque cualquier cosa me resultaba mejor que el un día, no levantarme más.
Sin embargo el que me llegue la hora es algo que ha dejado de preocuparme tanto, incluso podría decir que es algo que he dejado de temer. Cuando llegue llegará, no hay más.
Supongo que a medida que pasan los años preferirías perecer antes que muchas otras cosas; quizás porque a medida que creces vas descubriendo cosas que resultan mucho más terroríficas que la muerte, a la que dejan casi como una bendición.


Cuando tenía doce o trece años no tenía una conciencia real de lo que significa la enfermedad, el sufrimiento o la vejez. Seguramente ahora tampoco la tenga ya que no he vivido ninguna de las tres; pero de alguna forma he podido verlas, aunque sea de lejos.
La enfermedad y el sufrimiento son las peores, pero peor es aun cuando se juntan con la tercera. Y eso es lo que más me abruma.

La vejez es algo que ha empezado a preocuparme, no por el hecho de que esté íntimamente relacionada con la muerte sino porque en muchos casos se convierte en la muerte en vida (lo cual es mucho peor que lo primero).
Pienso en que quizás algún día pierda la memoria y me convierta en una carga que llevar de un sitio a otro, a la que cambiar pañales y a la que lavar por sus seres queridos, una carga sin recuerdos, sin ilusiones. Y algunos os preguntaréis, ¿por qué piensa en eso?
Empecé a pensarlo el primer día que pisé una residencia de ancianos. Había algunos que disponían de claridad mental, otros (la mayoría) no eran más que seres casi inertes de miradas perdidas. A partir de ahí, el mundo me ha ido echando a la cara más casos similares (y cuanto más crezca,  más me irá echando); y la verdad, es algo horrible.
Puede ser que un día no tenga conciencia de quiénes son los que están a mi alrededor, que ni siquiera tenga conciencia de quién soy yo.
El hecho de pensar que ya no sólo puede tocarme a mí, sino que puede tocarles a mis padres, a mi hermana, a mis amigos o a cualquiera de las personas que aprecio; llega a convertirse en un infierno. 
Y es que es una ruleta rusa. Puede tocarte a ti, a mí o a cualquiera.

Por eso deseo con todas mis fuerzas que jamás me toque, que jamás nos toque.

Y por lo menos en mi caso, si me toca, que acto seguido venga la muerte a visitarme.


 
El tiempo corre. Vuela.
Pasa veloz, sin detenerse ni un solo segundo, y va dejando atrás sus desechos.

1 comentario:

  1. Es interesante tu reflexión. Pero no temas a la vejez. Es más, no pienses que será tremenda. Cuídate mucho, aliméntate bien, lee siempre siempre siempre y disfruta de cada día de tu vida. El miedo atrae. No temas nunca. Y cuando te veas presa de ese negro pensamiento, piensa otra vez, hasta que lo tornes de un color más esperanzador.

    La visita a un centro de ancianos es tan apabullantemente horrorosa, que doy gracias a los dioses del olimpo que me darán el dinero necesario para abrir una como dios manda, con luz, con árboles y flores, con gente que les amenice los días, con música y baile, con cuentacuentos. Digna.

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