lunes, 20 de junio de 2011

Midnight in Paris

Desde pequeña he pensado que he nacido en la época equivocada. 

Posiblemente le pase a mucha gente. Todos pensamos que lo bueno es lo que no tenemos. Sentimos gran curiosidad por lo desconocido, y más si tenemos la certeza de que nunca lo vamos a conocer.

Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. ¿Y quién no lo piensa? Nos castigamos con nuestros recuerdos, incluso hasta con los que son inventados.
En mi caso, siempre he soñado con vivir en otra época que no fuera la mía. Desde los años sesenta, a los veinte o incluso ¿por qué no el Romanticismo?

Dejémoslo en los sesenta. Hubiera estado bien.
Es una pena pensar que ni he vivido en los años sesenta ni viviré nunca. Pensarlo provoca cierta tristeza, libera cierto deseo contenido.

Esto es exactamente lo que hace Allen en su nueva película. Reparte ese deseo como palomitas.
No sólo consigue trasladarte a los años veinte o que te quedes asombrado con las callejuelas parisinas, sino que consigue hacerte sentir nostalgia de algo que jamás has vivido. ¿Cómo se puede extrañar algo que nunca se tuvo? El no tener algo puede provocar un tremendo anhelo de tenerlo, pero ¿puede hacer que se eche de menos?
Woody Allen demuestra que sí, mezclando sueño y realidad. Juntando un artista con otro consigue mantenerte expectante y aun siendo consciente del toque surrealista que aporta, es capaz de que te creas que el protagonista es amigo de cada uno de los personajes mostrándolo como algo casi normal que hasta incluso… ¿por qué no podría pasarte a ti?

Son de destacar los papeles de Adrien Brody, y de mis favoritas Kathy Bates y Marion Cotillard. Así como la estupenda fotografía y la banda sonora.

Es bonita, divertida y romántica; pero sin llegar a parecerme la mejor de Allen.


Reconocer, que aunque sea un poquito, nos traslada al mundo del arte y a la mente del artista, llevándonos desde lo bohemio hasta lo loco.


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