viernes, 4 de mayo de 2012

Poemas huérfanos (VIII)

VIII.
Sucumben las negras madreselvas
infestadas por el bicho de la noche,
que aniquila resguardos de luz
polvorienta 
y a rayos turbia.

Deberías dormir,
como hacen los niños a estas horas.
Pero tú niegas el descanso
para ser murciélago ciego,
y batir tus alas hediondas.

Tus ojos permanecen abiertos,
ecuánimes,
ante la magnitud de las nubes
que el propio cielo absorbe
y tan solo sientes,
pues perdiste la vista
al transmutarte
en animal nocturno.

Y quieren tus arterias
reposar sin tu permiso,
avasallan tus músculos
a tu más discreto cómplice
que resiste truenos mudos.

Ni el más leal verdugo
te aletargaría tras su acecho,
no perecerás
en lechos que esperan
tu llegada, tan lejana.

Pero ahí te dejo,
ahí nos dejo.
Yo me voy a dormir,
con mi otra mitad.